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ENFERMOS RENALES - Nuestra web

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RELATOS

Un donante muy especial
Autor: Llucià Pou

Robyn Bowen es una mujer de Washington que en 1980 acudió a una Clínica en Rochester para ser atendida de una enfermedad al riñón mientras estaba embarazada. Recuerda cómo los doctores le dijeron llevar el embarazo hasta el final podría perjudicarle e incluso ponerse en peligro de muerte. Pero ella no quiso abortar, no dudó: "Supe desde el primer día que Dios me había bendecido al permitirme tener a Brandon", que así llamó a su hijo. Robyn dio a luz y continuó con su vida de diálisis y medicamentos, y salvó su vida por no abortar, pues cuando estaba enferma de muerte si no recibía un riñón compatible, le salió un donante muy especial. Veinte años después de su alumbramiento, su hijo se ofreció para donarle un riñón. "Mi cuerpo no es realmente mi cuerpo -afirma Brandon, el hijo-, a lo que me refiero, es que este no es mi riñón realmente. Es como el deseo de Dios y algo que necesitaba hacer". Su madre afirma: "él estaba muy seguro de que eso era lo que Dios quería que hiciera, por lo que fue el único motivo por el que le permití hacerlo". Orgulloso de salvar a su madre, seguía diciendo Brandon: "Tu no sabes lo que la vida de un niño pueda lograr en el futuro... Él podría ser el presidente, o tal vez podría encontrar la cura para el cáncer o algo así. Uno nunca sabe. Yo sólo pienso que todo niño debería tener una oportunidad". Defender el derecho a la vida desde la concepción, dice Juan Pablo II, es un "servicio precioso a la vida, valor fundamental en el que se reflejan la sabiduría y el amor de Dios... El respeto de la vida, desde su concepción al ocaso natural es un criterio decisivo para valorar la civilización de un pueblo".

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Un elefante atado
Autor: Anonimo

Un día un niño vio como un elefante del circo, después de la función, era amarrado con una cadena a una pequeña estaca clavada en el suelo. Se asombró de que tan corpulento animal no fuera capaz de liberarse de aquella pequeña estaca, y que de hecho no hiciera el mas mínimo esfuerzo por conseguirlo. Decidió preguntarle al hombre del circo, que le respondió: "Es muy sencillo, desde pequeño ha estado amarrado a una estaca como esa, y como entonces no era capaz de liberarse, ahora no sabe que esa estaca es muy poca cosa para él. Lo único que recuerda es que no podía escaparse y por eso ni siquiera lo intenta". Esto nos sucede a todos en algunos temas, en los que tenemos topes o barreras con las que chocamos porque siempre las hemos visto como insuperables, aunque ya hayamos crecido lo suficiente para vencerlas, y no lo hacemos solo por un porque en algún momento nos detuvieron.

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En alguna de mis otras vidas debo haber sido un inglés pulcro y culto.
Autor:Marcelo D. Ferrer - Buenos Aires(Argentina)

De tanto en tanto iba a visitar a su padre. Generalmente lo hallaba sentado en un sillón cerca de un ventanal enorme y abierto por completo... por donde la luz del sol entraba en plenitud. El viejo estaba casi siempre mirando por la ventana con la vista clavada en un punto lejano del horizonte. El hombre era sordo pero no por completo. Él, en lugar de saludarlo con un grito y desde la puerta, se acercaba y le tocaba apenas la pierna.
Si bien había sido su padre por más de treinta años, no siempre habían tenido el tipo de comunicación fluida que ahora experimentaban. En una de las charlas que solían tener, el viejo le había confiado que ahora se sentía mucho más cerca de Dios de lo que había estado nunca, y era cierto. Cuando tomó razón de lo que le había dicho su padre, comenzó a estar más atento a los movimientos que hacía. El anciano había tomado como hábito ir a la iglesia cada domingo, recorrer siente templos en un día especial de la cristiandad y tenía ahora un crucifijo colgando del cuello. Empezó a notar que cuando llegaba a visitarlo y lo encontraba sentado en su sillón mirando por el ventanal a lontananza, casi siempre en sus labios había un movimiento imperceptible... el hombre rezaba. Comenzó a verlo y a considerarlo de otro modo después de aquellas revelaciones. Frente a la impresión que tenía de su padre en cuanto a que era una persona de carácter firme y convicciones sólidas, ahora lo sentía reblandecido y hasta temeroso. La muerte -pensó-... la muerte que le anda rondando. Cuando se ha vivido intensamente y cuanto más prolíficos han sido los logros de la materialidad, menos nos hacemos a la idea de que nuestra vida tal y como la concebimos finalice un día. Necesitamos aferrarnos y creer que cuando no podamos resistir el cerrar los ojos para siempre, en algún sitio nuestra existencia perdurará. Un día el viejo le confió -con el convencimiento resignado de lo que no podemos dar por enteramente cierto- que tenía recuerdos de otras vidas. El hijo lo miró sin que en su rostro apareciera expresión de ninguna especie. El padre continuó diciendo: -- ¡En alguna de mis otras vidas debo haber sido un inglés, culto y pulcro! -Hizo un silencio y volvió a mirar para el lado de la ventana como esperando que tal revelación pudiera ser asimilada convenientemente-. El joven, que había establecido que su religiosidad estaba asociada al deseo de la prolongación de su existencia, no le dijo nada. Sin embargo, le dejó al anciano la sensación de que le creía poniendo una expresión de asombro en su cara. Esa noche, acostado en la cama que compartía con su esposa, estaba a medio sentar respaldado sobre dos almohadas, y pensaba en los sentimientos liminares de la muerte próxima de su padre y lo que se sentiría al estar en una situación parecida, ya sea uno viejo, o un joven desahuciado... No dudó que también él querría aferrarse a la idea de que la eternidad no debería ser un mérito de la religiosidad, sino más bien, un estado para todas las almas. Sacudió la cabeza y encauzó sus pensamientos en otras direcciones. Después de todo era tan feliz en esta vida, tan joven, vital y seguro de sí mismo, que ya habría tiempo para pensar en eso. Levantó la mano derecha, acarició el cabello de su también joven esposa y algo más tranquilo, al cabo de un rato, se había dormido.

Aquellas reflexiones habían sido un presagio de los que a veces deseamos no tener. En pocos días su padre estaba agonizante en un sanatorio y él, se encontraba a su lado. El anciano estaba ya inconsciente. Erradamente le habían suministrado un sedante que el mal funcionamiento sus riñones no podía eliminar y llevaba dormido demasiado tiempo. Según el último diagnóstico no estaba dormido, estaba en coma. El médico de cabecera había recomendado una diálisis. Esa noche se quedó con él acompañando su cuerpo y escuchándolo respirar con dificultad. Tenía la impresión que iba a resistir; como él mismo su padre amaba la vida y no se entregaría fácil. Viéndolo en el silencio del cuarto, a su mente voló la imagen de un padre joven que desbordaba energía y locuacidad; imposible que no volvieran también las sensaciones del niño que fue y aquel infantil temor reverencial que se había prolongado hasta bien entrada en su adultez; una sensación bien distinta a la unión amistosa que ahora compartían.

A la mañana siguiente el viejo no resistió la diálisis y murió sin despedirse. Finalmente lo llevaron a la cripta de la familia, un panteón enorme y exageradamente opulento, que siempre había observado con ironía... ahí lo dejaron en soledad.

Su hijo jamás volvió a ver el cajón que era la última morada del cuerpo de aquel hombre. Prefirió pensar, que quien le había dado la vida, de verdad había sido un inglés en alguna otra, y que en estos momentos se encontraría en cualquier sitio de este planeta, bajo el sol y las estrellas.

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Filosofía del dolor
Autor: Víctor Meza

Profesor de filosofía de la Universidad Summa. Disertaciones. Elucubraciones. Condecoraciones. Al final, después de tantos escolásticos y de un maniqueísmo nauseabundo, asume una postura medio existencialista; digo medio, porque nunca lo declaró. Lleva la vejez con dignidad hipócrita, porque la diálisis semanal y los cólicos nefríticos acabaron para siempre con toda la pestilente filosofía.

En estos momentos sólo concibe el dolor. Maldice. Pide la muerte... Nada de muertes sublimes, novelescas, sólo una rápida y reconfortante muerte, y al diablo con esa vida mísera de filósofo frustrado que nunca olió una flor verdadera.

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Historias de vida
Autor: Anónimo

Nací bajo el seno de una familia hermosa compuesta por madre, padre, una hermana mucho mayor que yo y 4 hermanos siendo yo la menor de todos, el día de mi nacimiento y según cuentan mis familiares mi padre sintió especial alegría, mi nombre significa (única en su clase ) ..algo presumido mi papi.. contando que soy tan normal como cualquier mujer de mi edad ¡!!... pero se le disculpa ya que es normal imagino que un padre sienta esa especialidad en sus hijos.

Crecí siendo muy mimada, querida etc etc ..... me separe de mis padres a la edad de 16 años , pero intentando estar en continuo contacto y si se podía cada 2 o 3 años nos visitábamos... Mi padre desde que tengo uso de razón es diabético , conforme pasaron los años su salud desmejoro mucho y lamentablemente no estaba yo cerca para cuidar o atender de alguna forma... pero un verano en especial el desmejoro considerablemente, viendo esto me propuse pasar con el unos cuantos meses para (según yo) mejorarlo ..síndrome crónico de medico tenia yo.. pero me gustaba la idea de estar cerca de el y darle un poco de cariño y calor que por teléfono o cartas no puede uno trasmitir, y así fue..

Viaje y pase con el los 4 meses que tenia yo disponibles o libres, lamentablemente la salud de mi padre no mejoro , muy por el contrario el desmejoraba, su corazón empezó a dar problemas y terminamos recurriendo a la tan temida diálisis, pero el siempre afirmo que aunque se sentía muy mal físicamente, se sentía muy bien con mi presencia, incluso los días en que estaba internado no permitía que nadie se quedara con el ( ni mi madre) el siempre prefirió fuera yo quien lo atendiera, el decía ( de nuevo abunda la vanidad paterna) que mis manos eran curativas o algo por el estilo, imagino era por la tremenda ternura con que yo intentaba fueran mis toques para el, decía que si el tenia algún malestar y yo lo tocaba mejoraba, por eso continuamente me pedía le tocara el corazón... sus palabras exactas eran ( ven y pon tu mano en mi corazón).

Ya había sufrido dos infartos y estaba en terapia intensiva cuando eso..... me sentía casi mas necesitada que los doctores y mi terapia se basaba en palabras de cariño y mimos, cuando sentía que el necesitaba de ello. Pero el verano termino y yo tuve que regresar a esa vida a la que le di pausa para estar con el, la mañana del día de mi partida , cuando yo le ponía la inyección de insulina el me dijo, algo que podría traducir yo en español como ( se termina mi ciclo de vida, estoy en el final ) nunca... jamás había yo tocado alguna clase de tema parecido a este con mi padre así que inmediatamente asumí que estaba deprimido por mi partida y lo regañe, diciéndole que estaba lleno de vida y que ahora es que tenia cosas por hacer y para cuales mejorar y vi en su rostro una mueca que pretendió ser una sonrisa pero nunca lo logro.. en el momento de la despedida me dijo.. ( hija, mírame bien... será la ultima vez que me veas ) según los médicos mi padre podía vivir con la diálisis, habían enfermos que tenían en diálisis años y estaban (aceptables de salud)... por lo tanto mi padre se gano un segundo regaño ya que el solo tenia un mes haciéndola y le dije que quería se quitara esas ideas de la mente y que necesitaba que el viviera muchos años mas...

De nuevo apareció la mueca que el intentaba fuera una sonrisa y me dijo.... (eso no lo decido yo) y luego dijo, hija, yo también quiero estar con mi padre ( mi abuelo ya fallecido )... cuando lo abrace antes de marchar, hice lo que el me pedía... lo mire bien, lo detalle.. y fue la ultima vez que lo vi., 20 días después de mi partida en una de sus diálisis, mi padre tuvo un infarto.... para la hora que mi padre sufrió el infarto, (teníamos 6 horas de diferencia) yo estaba dormida... teníamos pasada la media noche en Venezuela, pero en sueños sentí la voz de mi padre... me pare muy confundida , pero con la seguridad de que era un mal sueño, así que intente dormir de nuevo.. y fue entonces que caí en un estado entre consciente e inconsciente, no dormía, pero tampoco estaba en toda mi conciencia... y empecé a escuchar que el me llamaba, lo que me llamo la atención cuando desperté de ese estado es que justo el dijo las palabras que usaba cuando quería ser tocado por mi ( ven y pon tu mano en mi corazón).. no la escuche uno, ni dos.. sino varias veces, hasta que recobre conciencia y me dije, ..esto no es un sueño, porque no estoy dormida ¡!! Cosa que no había notado hasta ese momento.... luego , me entere que fueron exactamente las palabras que mi padre prenunciaba antes de morir, me llamaba y me pedía que tocara su corazón..solo que, yo nunca llegue.

Hoy tiene ya 6 años que murió, pero es una cosa increíble como estoy casi siempre en una especie de contacto por sueño con el ...... los sueños hasta el año pasado eran casi 2 o 3 veces a la semana, en muchas oportunidades ni recordaba los sueños simplemente su cara sonriente en el mayor de los casos... en un par de oportunidades me dio lo que se les puede llamar (mensajes ).. les juro que no estoy loca, porque es lo primero que piensan cuando pasa algo y les digo... pero de eso se trataba el sueño de mi padre ¡!..... gracias a Dios en la mayoría de las ocasiones digo los sueños antes de que pase la situación ....

En estos 3 últimos años mis hermanos y yo hemos vivido situaciones algo difíciles... el la primera el mensaje fue muy claro y una vez que paso la situación no me preocupe mucho porque aunque todos estaban pesimistas, en el sueño me quedo claro que las cosas mejorarían ( el problema era de trabajo ) y efectivamente se logro equilibrar... pero lamentablemente justo un año después secuestraron a uno de mis sobrinos, justo luego de uno de esos sueños en el que no veía a mi padre muy sonriente.. de ese sueño no me acuerdo mucho en realidad, pero si recuerdo uno que tuve dos meses después, justo 15 días antes de que los secuestradores al fin llegaran a una negociación con nosotros y nos regresaran al chico, y en el de nuevo.. vi la cara de mi padre alegre, y aunque muy temerosa. Tenia la esperanza de verlo de nuevo ( a mi sobrino ) chico con el que prácticamente crecí, efectivamente paso..... solo que, lamentablemente no terminamos de celebrar la bendición de tener al chico con nosotros cuando unos cuantos meses luego de eso... muere su hermano, justamente el día de mi cumpleaños y un día después de ver a mi padre en sueños ( no estaba triste , pero me dijo, "solo me gustaría que entiendas que el va a estar bien, se llevo a un niño de la mano, en el sueño no detecte que el niño fuera mi sobrino pero el mensaje de nuevo fue claro... el estará bien, así tienen que ser las cosas )..

Mi sobrino fallecio el 21 de febrero de este año en un accidente automovilístico, el y su hermano, crecieron prácticamente conmigo y para mi su perdida fue tan dolorosa como la de mi padre o la de mi hija recién nacida un par de años antes... el vivía cerca y aparte de eso era algo apegado a mi, dormía en casa seguido y esas clases de vivencias que hacen que alguien sea muy especial para ti... ese día teníamos una fiesta en común, a la que asistimos los dos, solo que el se despidió y se fue momentos antes que yo, antes de marchar, me busco con la mirada ( estábamos lejos el uno del otro ) el con un grupo y yo con otro, en ese momento el me tiro un beso en el aire y me hizo un gesto de despedida.... momentos luego de llegar yo a casa, me llamo un conocido mutuo para pedirme que por favor asistiera al hospital porque mi sobrino había tenido ese accidente, no me dijo que el chico ya estaba muerto, tampoco recuerdo muy bien mi traslado al hospital porque fue muy confuso , mas cuando llegue, ya el se había marchado......... con el , no tuve la ventaja que tuve con mi padre... a el casi nunca lo vi. en sueños.. una que otra vez pero en sueños muy confusos .. hasta la noche de ayer, ayer.... no soñé con el, mas bien sentí un toque, un cariño de su parte... cree usted que ya estoy loca??? O tengo esperanzas de cura : ).... pues peligrando de parecer una demente les aseguro que fue lo que sentí, eran pasadas las 2 de la madugada y alguien me acaricio la cabeza ( estaba yo sola en el cuarto ) reconozco que estaba dormida, pero sentí el toque tierno y un pequeño pero hermoso beso en mi frente ( el gesto me despertó , por lo cual aseguro que lo sentí ).. pero mis sentimientos no fueron de temor, mas bien me sentí muy querida... alce la cabeza y agradecí el beso a mi sobrino porque era según yo el quien me lo daba, no me pregunte quien... ni como, ni cuando.. ni siquiera lo confundí con mi padre.. simplemente sabia que era el y le agradecía su gesto de ternura.

Que porque les escribo esto??...... mas que todo para tener una respuesta de parte vuestra a una pregunta ... que clase de estudios especiales necesito para poder estar cerca de los moribundos y darles un poco de cariño?.... como llego a una clínica o hospital y les pregunto a sus doctores que donde están sus pacientes en lecho de muerte que los voy a ayudar a .morir??.............. y como me presento ante estos enfermos diciéndoles lo que intento?..... por lo mínimo pensaran que soy una loca con síndrome de Diosa thanatos¡!!...... por otra parte estoy casi segura de que si al menos no puedo ayudar por lo menos puedo acompañar a algunos que necesiten esa atención.. quisiera saber si en Venezuela hay alguna asociación de tanatologia,

Por ultimo, huyy, mis disculpas al tamaño del escrito que parece mas bien un testamento, lo malo del caso es que no les heredo nada ¡!!...................mis respeto, adiós."

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“Una historia que perdura. Juan de Dios Domínguez Hoy”
Autor: Juan de Dios Domínguez

Luego de diez años de dura lucha y sacrificios por mantener el preciado regalo, el que a su vez me permite testificar categóricamente que “SI” se vive y muy bien mediante el gesto solidario de quienes se desprenden de los órganos de sus seres amados, para, en alguna medida, paliar el dolor de otras personas en lista de espera.
Llegué, hace diez años, a la ciudad de Corrientes proveniente de Itá-Ibaté, interior correntino, y mi estado de salud requería urgente atención médica ya que se había apoderado de mí la insuficiencia renal crónica, lo que me llevó a dializarme durante 12 años y 3 meses, tiempo en que mis fuerzas prácticamente colapsaron. Fue entonces cuando la Divina Providencia obró a mi favor.
El 15 de noviembre de 1994 recibí un trasplante renal cadavérico. Años de estudios científicos, el trabajo de los médicos y un sin fin de personas trabajando en un impresionante operativo hicieron posible que se me pudiera implantar el órgano renal, a todos ellos les estoy más que agradecido.

Mi estado actual es sinónimo de conducta, orden, fuerza de voluntad para sujetarme a lo que realmente hoy se observa con mucha claridad: estoy vivo y con salud. A ello se agregan los estudios periódicos en Buenos Aires en el Hospital Argerich, lo cuales me ayudan a cuidarme.

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En alguna de mis otras vidas debo haber sido un inglés pulcro y culto.
Autor:Marcelo D. Ferrer - Buenos Aires(Argentina)

De tanto en tanto iba a visitar a su padre. Generalmente lo hallaba sentado en un sillón cerca de un ventanal enorme y abierto por completo... por donde la luz del sol entraba en plenitud. El viejo estaba casi siempre mirando por la ventana con la vista clavada en un punto lejano del horizonte. El hombre era sordo pero no por completo. Él, en lugar de saludarlo con un grito y desde la puerta, se acercaba y le tocaba apenas la pierna.
Si bien había sido su padre por más de treinta años, no siempre habían tenido el tipo de comunicación fluida que ahora experimentaban. En una de las charlas que solían tener, el viejo le había confiado que ahora se sentía mucho más cerca de Dios de lo que había estado nunca, y era cierto. Cuando tomó razón de lo que le había dicho su padre, comenzó a estar más atento a los movimientos que hacía. El anciano había tomado como hábito ir a la iglesia cada domingo, recorrer siente templos en un día especial de la cristiandad y tenía ahora un crucifijo colgando del cuello. Empezó a notar que cuando llegaba a visitarlo y lo encontraba sentado en su sillón mirando por el ventanal a lontananza, casi siempre en sus labios había un movimiento imperceptible... el hombre rezaba. Comenzó a verlo y a considerarlo de otro modo después de aquellas revelaciones. Frente a la impresión que tenía de su padre en cuanto a que era una persona de carácter firme y convicciones sólidas, ahora lo sentía reblandecido y hasta temeroso. La muerte -pensó-... la muerte que le anda rondando. Cuando se ha vivido intensamente y cuanto más prolíficos han sido los logros de la materialidad, menos nos hacemos a la idea de que nuestra vida tal y como la concebimos finalice un día. Necesitamos aferrarnos y creer que cuando no podamos resistir el cerrar los ojos para siempre, en algún sitio nuestra existencia perdurará. Un día el viejo le confió -con el convencimiento resignado de lo que no podemos dar por enteramente cierto- que tenía recuerdos de otras vidas. El hijo lo miró sin que en su rostro apareciera expresión de ninguna especie. El padre continuó diciendo: -- ¡En alguna de mis otras vidas debo haber sido un inglés, culto y pulcro! -Hizo un silencio y volvió a mirar para el lado de la ventana como esperando que tal revelación pudiera ser asimilada convenientemente-. El joven, que había establecido que su religiosidad estaba asociada al deseo de la prolongación de su existencia, no le dijo nada. Sin embargo, le dejó al anciano la sensación de que le creía poniendo una expresión de asombro en su cara. Esa noche, acostado en la cama que compartía con su esposa, estaba a medio sentar respaldado sobre dos almohadas, y pensaba en los sentimientos liminares de la muerte próxima de su padre y lo que se sentiría al estar en una situación parecida, ya sea uno viejo, o un joven desahuciado... No dudó que también él querría aferrarse a la idea de que la eternidad no debería ser un mérito de la religiosidad, sino más bien, un estado para todas las almas. Sacudió la cabeza y encauzó sus pensamientos en otras direcciones. Después de todo era tan feliz en esta vida, tan joven, vital y seguro de sí mismo, que ya habría tiempo para pensar en eso. Levantó la mano derecha, acarició el cabello de su también joven esposa y algo más tranquilo, al cabo de un rato, se había dormido.

Aquellas reflexiones habían sido un presagio de los que a veces deseamos no tener. En pocos días su padre estaba agonizante en un sanatorio y él, se encontraba a su lado. El anciano estaba ya inconsciente. Erradamente le habían suministrado un sedante que el mal funcionamiento sus riñones no podía eliminar y llevaba dormido demasiado tiempo. Según el último diagnóstico no estaba dormido, estaba en coma. El médico de cabecera había recomendado una diálisis. Esa noche se quedó con él acompañando su cuerpo y escuchándolo respirar con dificultad. Tenía la impresión que iba a resistir; como él mismo su padre amaba la vida y no se entregaría fácil. Viéndolo en el silencio del cuarto, a su mente voló la imagen de un padre joven que desbordaba energía y locuacidad; imposible que no volvieran también las sensaciones del niño que fue y aquel infantil temor reverencial que se había prolongado hasta bien entrada en su adultez; una sensación bien distinta a la unión amistosa que ahora compartían.

A la mañana siguiente el viejo no resistió la diálisis y murió sin despedirse. Finalmente lo llevaron a la cripta de la familia, un panteón enorme y exageradamente opulento, que siempre había observado con ironía... ahí lo dejaron en soledad.

Su hijo jamás volvió a ver el cajón que era la última morada del cuerpo de aquel hombre. Prefirió pensar, que quien le había dado la vida, de verdad había sido un inglés en alguna otra, y que en estos momentos se encontraría en cualquier sitio de este planeta, bajo el sol y las estrellas.

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