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RELATOS

En busca de la luz
Autor: Llampua (Valencia)

Estaba sentado en el sillón de diálisis. Las gruesas agujas se clavaban inmisericordes y a la vez salvadoras en sus deformes venas preparadas para poder recircular en la máquina los 80 o 90 litros de sangre, que le permitía vivir 48 horas más hasta la próxima sesión. Miró a su alrededor, el espectáculo era deprimente y él formaba parte indefectiblemente del mismo. Una docena de personas, con la mirada ausente, estaban igualmente conectados a las máquinas que, ajenas al drama humano que se representaba en aquella habitación, seguían bombeando litros y litros de sangre filtrándola e intentando substituir a los malogrados riñones que ya no tenían vida.
¿Que había pasado? ¿Cómo había llegado hasta aquí?. Recordó las ilusiones de solo unos meses atrás... el traslado a Canarias como Delegado de su empresa, una importante multinacional; una nueva vida, un futuro prometedor por delante... todo se había ido a la mierda. Realmente, en su vida, siempre se había ido todo a la mierda...
Dejo volar su pensamiento hacia la infancia, era difícil porque el agresivo tratamiento complementario que recibía iba borrando paulatinamente retazos de su memoria, pero recordaba aún aquella infancia de la postguerra, el colegio nacional, el Cara al Sol en el patio, el queso y la leche en polvo americanos en el recreo, las colas del petróleo. Se vio correteando por las calles de Valencia o subido a la pasarela que cruzaba las vías de la estación del Norte, mirando extasiado las tremendas bocanadas de vapor que soltaban las locomotoras y dejándose envolver por la húmeda nube... ¡Era beneficioso para los resfriados! . Algunas madres y abuelas tenían a otros muchachos asomados a las barandillas recibiendo igualmente el benéfico baño....

Sonrió recordando el caballo del basurero que lo esperaba todas las mañanas cuando bajaba para ir al colegio y le daba, a escondidas, la mitad de su bocadillo. Era un caballo percherón viejo y plagado de moscas, pero a Juan le parecía el mejor caballo del mundo. Un día el basurero le vio darle el bocadillo y sonriendo lo montó en su grupa y le dejo recorrer toda la calle sobre su lomo mientras recogía la basura en su carro. Ese día llegó tarde al colegio, pero mereció la pena.

El colegio. El director. D. Enrique... que hijo de puta... Un viejo fascista amargado, liado con Dª Lolita, una profesora cincuentona con cara de loro que disfrutaba sacando a los chavales al pasillo cuando hacían cualquier travesura para que, al llegar D. Enrique, les regara de capones con su jodido puño cerrado.

El colegio... doce años... los cigarros a escondidas en los waters... las comparaciones sobre los nacientes pelos en el pubis... las primeras sensaciones sexuales..... Bueno las primeras no. Juan recordó, con una nueva sonrisa, el drama que vivió en su primera comunión.
Tenía nueve años y entre los invitados a la entonces tan importante ceremonia estaba Mª Luisa, una niña de su edad cuyos padres eran amigos de los de Juan por aquellos veraneos de tres meses en la Font Rotja de Alcoy. Mª Luisa vino a casa unos días antes y como la casa era pequeña, decidieron que Juan y Mª Luisa se acostaran juntos en la habitación del muchacho. Juan estaba en Babia pero aquella niñita sabia más que Lepe, así que empezó hablando de que en el portal de su casa, en Alcoy, jugaban a tocarse chicos y chicas y de ahí a pasar a pedirle a Juan que si quería jugar con ella fue todo uno. Se quitaron la ropa interior y estuvieron toda la noche investigando las partes más nobles de sus anatomías. Que maravilloso placer, mezcla del naciente deseo sexual y de lo prohibido. A Juan le gusto aquello y estuvo los dos días detrás de Mª Luisa pidiéndole jugar a todas horas. El eterno femenino ya se mostraba en aquella pajarita que pasó a controlar la situación, pidiendo a cambio una armónica a la que Juan tenía mucho aprecio y de la que luego se vio y se deseo para explicar a su madre como la había perdido. Pero el drama no estaba ahí..... Juan tenía que confesarse el día antes de la ceremonia y como es lógico, nada dijo de su aventura, con lo que tomó la comunión con lo que él consideraba un pecado mortal a sus espaldas... ¡años estuvo con remordimientos por aquella innoble acción¡

Un estridente pitido le sacó de sus pensamientos. La maquina de diálisis había disparado una alarma, Juan miró a la pantalla y vio el mensaje... !arterial excede límite inferior!. Una de las agujas se había obturado y no permitía aspirar la sangre. La máquina paró automáticamente y se oyó el odioso chancleteo de Sara, una de las enfermeras, que se acercaba apresurada....... ¿Qué has hecho, Juan? ... tienes que estarte quieto... " dijo en tono de maestra disgustada, haciéndose la graciosa. "¡Imbécil, No me he movido! ¿Crees que es cómodo estar aquí atado cuatro horas? ", pensó Juan, pero sonrió, debía mostrarse agradable dado el tiempo que, previsiblemente iba a pasar en esta situación.

Sara levantó el esparadrapo que sujetaba una de las agujas al brazo y la removió en la vena para lograr deshacer el coagulo. A Juan se te puso la carne de gallina, ¡que sensación tan desagradable!, Era como hurgar con un estilete en una herida abierta. La maquina arrancó de nuevo y Sara se marchó orgullosa de ese insufrible chancleteo que parecía reforzar su personalidad.

Juan paseó la mirada entre las máquinas vecinas. Herminio dormía con sonoros bufidos. ¡Jodido Herminio! un mago, según llaman en Canarias a los hombres de campo, de unos 55 años, cuya única expansión cuando estaba conectado a la máquina parecían ser unos silenciosos y apestosos pedos que se tiraba mientras dormía y que hacían volver al mundo real de inmediato. En la maquina de al lado estaba Flora, una mujer de 40 años que tenía que haber sido hermosa. Actualmente diabética, sorda y medio ciega, mantenía un envidiable humor que la hacía, sin duda, soportar mejor su lamentable situación.

Volvió a ensimismarse en sus pensamientos.........

(continuará en busca de la luz..)"

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